Hace medio año el gobierno de Martín Vizcarra impuso distintas medidas de restricción social como parte de la lucha contra el nuevo coronavirus. Expertos analizan en esta nota qué cambió en estos meses en los que hemos convivido con la COVID-19.
Han pasado 6 meses desde que el presidente Martín Vizcarra declaró el estado de emergencia a nivel nacional. Este entró en vigor el 16 de marzo, a 10 días de confirmarse el primer caso de coronavirus, y con ello se inició la cuarentena obligatoria en todo el Perú. Un día antes, el mandatario en conferencia de prensa dijo lo siguiente: "Luego de hacer una evaluación seria y responsable hemos aprobado en Consejo de Ministros, de manera unánime, un decreto supremo que declara el estado de emergencia nacional por las graves circunstancias que afectan a la Nación".
Desde aquel día hasta la fecha han perdido la vida más de 30 mil peruanos a causa de la COVID-19. El estado de emergencia obligó a adaptar nuevos comportamientos en nuestros día a día. El uso permanente de la mascarilla, el constante lavado de manos y el distanciamiento social fueron las primeras medidas que se tomaron, pero no han sido las únicas.Para el sociólogo Jerjes Loayza, la pérdida del espacio privado y a libertad afectó duramente a los peruanos, una sociedad de proximidad. "Respecto a la obligatoriedad de estar en cuarentena u obligatoriedad de no poder reunirse con familiares, amigos, el Perú en diferentes espacios es un país muy festivo, donde hay una catarsis constante de las dificultades que vivimos día a día. Nos ha llevado a una situación de tener que vivir clandestinamente, reuniones prohibidas en las que hemos tratado de sobrellevar este estrés tan grande con consecuencias que tienen que ver con la salud mental", indica. "Nosotros somos personas que ante las desgracias incluso podemos festejar. En el día podemos encontrar en el apoyo familiar, algún tipo de salida. Hoy no tenemos nada de eso, hoy lo único que podemos hacer es tratar de sobrevivir con lo que podamos", señala Loayza.
La distancia social no es parte de nuestra cultura, afirma el sociólogo Aldo Panfichi. “Nosotros como somos una sociedad comunitaria, para las relaciones interpersonales significaba mucho tocar, abrazarse, compartir platos, vasos, cucharas, en fin... en vivir gregariamente. Esto está muy enraizado en lo que es la cultura nacional”.
“Esto va a ser muy difícil de continuar tal como venía siendo en el pasado, creo que hay distinto nivel de conciencia sobre esto y precisamente, aparte de los problemas que hemos tenido en el sentido del incumplimiento de las normas, junto con la necesidad económica también había la resistencia cultural de este cambio y a seguir manteniendo la cercanía y el compartimiento físico como una expresión de confianza entre las personas, eso va a cambiar entre ellas mismas” señala Panfichi.
Respecto del cumplimiento de las normas, el psicólogo social Jorge Yamamoto afirma que no las cumplimos. “Hay que ser extranjero para pensar que somos una cultura dada a la norma, a observarla y cumplirla, pero el grado de transgresión que está ocurriendo creo que se ha enfatizado. Fuimos una cultura transgresora de la norma, pero ahora estamos sin que nos importe la seguridad ni la salud”, indica.
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